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Carlos Pérez
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"Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores"

Mario Vargas Llosa

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MICRORRELATO: "Corazonada"

martes, 27 de abril de 2010


Como de costumbre, Don Fernando sacó su chaqueta de los domingos, la sacudió, le pasó la escobilla y la colgó en el tendedero para que se aireara. Se la pondría después de almorzar siguiendo un ritual que repetía escrupulosamente desde hacía años. Lo primero era acomodarse bien su escaso pelo intentando camuflar lo más posible la calvicie. Para ello se valía de un peine de plástico marrón al cual le faltaban varias púas. Luego introduciría la quiniela en el bolsillo interior de la chaqueta y listo. Estaba preparado para ir a la asociación de vecinos y jugar su habitual partida de cartas, apostando lo mínimo. Ese día, como siempre, no ganó nada. Don Fernando abandonó la partida y se sentó cerca del televisor para terminar de ver el encuentro entre el Real Madrid y el Tenerife. En ese instante, se mostraban los resultados de los partidos finalizados. Don Fernando apuntó con discreción las casillas definitivas de la quiniela y se fue al baño. Allí, aislado de cotillas y alcahuetes, como los definía él, comprobó el número de aciertos que tenía. A medida que bajaba el dedo por la columna, la intensidad de los latidos iba incrementándose. No lo podía creer pero, salvo el pleno al quince que aún estaba por concretar, había dado en el clavo en los catorce encuentros. Y todo, sin dobles y triples apuestas. Eso ya era despilfarrar, opinaba Don Fernando. Se limpió el sudor de la frente con su pañuelo almidonado y volvió a la silla. Esperaba que su corazón no le fallara. Contra todo pronóstico, había puesto que el Tenerife ganaba, fuera de casa, al primero de la liga. El partido lo vio mordiéndose la lengua e intentando aparentar tranquilidad. Si iba a ser rico, no quería que ningún viejo aprovechado le incordiara. Se mantendría en el anonimato. “Minuto 89 y el resultado sigue como al comienzo. Un punto de oro para el Tenerife y un fracaso estrepitoso para el Real Madrid” –pudo escuchar entre el griterío de la sala. “¡Atención! ¡El árbitro decreta penalti a favor del Tenerife!” –continuó el locutor. Don Fernando sintió un calambre en las piernas. Le faltaba la saliva. El jugador del Tenerife cogió carrera para el lanzamiento y Don Fernando se puso de pie a duras penas, cerrando los puños. “¡Gol! ¡Gooooooooool!” –fue lo último que escuchó antes de marcharse sin decir adiós a nadie, propio de él. Los periódicos del lunes recogieron la noticia. “Un boleto sellado en Tenerife único acertante del pleno al quince con 2,4 millones de euros”. La foto del ganador aparecía en la página siguiente, junto al resto de desafortunados. Allí estaba Don Fernando con su chaqueta de los domingos. Al final el corazón sí le había fallado.
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MICRORRELATO: "Medidas estructurales"

jueves, 22 de abril de 2010


Todo empezó hace unos meses con Don Javier, padre de familia y trabajador infatigable de este negocio durante quince años. Hicimos de tripas corazón para comunicarle que prescindíamos de él. Luego vinieron otros recortes. La intención era quedarnos con lo estrictamente necesario. Aminoramos la producción, minimizamos hasta el límite los costes y, por supuesto, redujimos los salarios. Los trabajadores no tardaron en sublevarse pero no sucumbimos a sus presiones. Tras varios encuentros, logramos apaciguar los ánimos y continuamos con nuestra política de austeridad y optimización de recursos. Sin embargo, los beneficios empezaron a ser ridículos en comparación a lo que estábamos acostumbrados. Fue inevitable salir en busca de nuevos mercados. Ahora estamos empezando a reanudar el vuelo. A regañadientes hemos bajado los precios y nos hemos visto forzados a adulterar más la droga.
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MICRORRELATO: "Alumbramiento"

lunes, 19 de abril de 2010


Faltaban escasos segundos para que se cargara un archivo JPG almacenado en una tarjeta SDHC Ultra II de 8 GB conectada al PC mediante un cable USB cuando, inesperadamente, su CPU se fue al traste tras irse la luz. “¡Maldita sea!”-exclamó sacando con rabia la Blackberry del bolsillo con la intención de mandar un SMS a su jefe para comunicarle que no había podido enviar el documento. Su mujer tenía separados los ingredientes de un postre para introducirlos en la Thermomix pero ahora lo que quería era llegar a la despensa, donde creía tener una caja de cerillas y velas. Se le ocurrió que podía iluminarse con la pantalla de su móvil táctil COOKIE KP500 rosa. En cualquier caso, esperaba que la luz regresara pronto porque tenía unas ganas locas de ver con su marido una película AVI en el nuevo dispositivo Blue-Ray con HD preparado para HDMI. Comieron algo frío y se sentaron en el sillón. Luego vino el aburrimiento. En la vitrina, bajo el televisor Sony KDL-32BX300 estaban la Wii, la Play y la XBOX muertas de risa. Intentaron escuchar música en MP3 a través del iPOD pero tenían la lista a cero MB. Para colmo de males, la PDA se les había quedado sin batería. Fruto del desánimo, iniciaron una conversación sin ninguna importancia. Hacía tiempo que no estaban así, sin hacer nada. Hacía tiempo que no encendían las velas en el salón. El Cero Energético duró bastante. Nueve meses más tarde fue cuando llegó el alumbramiento. La llamaron Alicia.
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MICRORRELATO: "De regreso"

sábado, 17 de abril de 2010


“Abismo de Preikestolen, Noruega. 07-07-1929”, ponía sobre la foto con letras redondeadas y números perfectamente trazados, escritos con el detenimiento necesario para embellecer un álbum de familia. En la imagen aparecía él cuando era un niño, tumbado y mirando al infinito. Su nieto le acercó la foto y continuó observándola con sosiego. Sin esforzarse, le fueron viniendo a la memoria las sensaciones que tuvo antes de llegar al borde de aquel precipicio. Recordó el tacto frío de la tierra, el “no te preocupes, no tengas miedo” de su madre, la brisa, su padre sonriente, sujetándole los pies y, al final, sus ojos intentando abarcar un paisaje que jamás había imaginado. En ese momento, pensó que podía quedarse allí toda la vida. Tumbado ahora en una cama de hospital, a punto de morir, cerró los ojos y creyó estar de nuevo junto a sus padres, acercándose al abismo.

A mi amigo Juan Antonio Brito. (Gracias por la foto)
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MICRORRELATO: "Estrés"

martes, 13 de abril de 2010


Aquella noche había soñado una de esas historias que se confunden con la realidad. Era un sueño rarísimo y perturbador. Corría por una ciudad de interminables rascacielos mientras un dinosaurio hambriento lo perseguía con los ojos inyectados en sangre. Tropezaba una y otra vez con los escombros que había en las calles y se levantaba desorientado, esperando el fatídico momento en que entrara en las fauces de aquel bicho. Hizo esfuerzos por recordar, pero lo cierto es que en la historia había un intervalo difuso que no supo enlazar. De forma incoherente, aparecía maniatado, viendo como el dinosaurio acercaba su cabeza lentamente hacia su cuerpo. Sintió su aliento. Luchó por desatarse pero fueron esfuerzos en vano. Y cuando la mandíbula de aquel dinosaurio se iba a cerrar con él dentro, se despertó súbitamente, enderezando el busto como una catapulta. Estaba sudando. “Un domingo por la mañana y así lo desperdicio” –pensó mientras se presionaba levemente las pupilas. Para relajarse quiso leer algo. Se puso el albornoz, cogió un libro de relatos cortos de su biblioteca y se acomodó en el sofá. Al poco tiempo, había arrojado el libro al suelo, incrédulo y con gesto de desprecio. Hizo la maleta sin poner mucho asunto a lo que metía en ella y se fue a la playa. Solo. No quería saber nada ni de dinosaurios ni de cuentos de Augusto Monterroso.
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MICRORRELATO: "Clic"

sábado, 10 de abril de 2010


Gary Hill llegó a su casa de Texas tras la jornada laboral, como de costumbre, impregnando el ambiente de olor a gasolina. “Estos malditos horarios están acabando conmigo”, pensó, mientras se preparaba para la ducha. Las gotas que empezaron a caer sobre sus tensos músculos hicieron que se olvidara por un momento del duro día al frente de una empresa que odiaba. Se acordó que su mujer le había dicho que no la esperara despierto porque iría al cine con unas amigas. Cerró los ojos y dirigió su rostro hacia el chorro de agua caliente. En la ducha había encontrado la redención que necesitaba. “No, tomorrow never comes –empezó a cantar poniendo voz de Elvis. Now you tell me that you love me, oh, but tomorrow never comes”. Cuando llegó al dormitorio se dejó caer en la cama como un árbol talado y apagó la luz. Estaba muy cansado y sería cuestión de minutos que se quedara profundamente dormido. Sin embargo, Hill creyó escuchar un ruido que parecía provenir de la terraza. Abrió levemente uno de sus párpados y agudizó el oído, pero no volvió a escuchar nada. “Habrá sido cualquier estupidez”, se dijo para calmarse. Apoyó su cara en la almohada e intentó dormirse nuevamente. Después de unos segundos, ya no tenía duda. En la terraza había alguien. Hill había escuchado pasos y algunos ruidos extraños. Abrió la gaveta de la mesilla de noche, empuñó su viejo revolver y se dirigió sigilosamente a la terraza. Temblaba y no sabía si era por el frío o por el nerviosismo. Quizás, por las dos cosas. Llegó al umbral de la puerta que estaba semiabierta. Sus pupilas no se habían adaptado a la escasa luz, aún así, a través de la rendija, logró entrever un bulto del tamaño de una persona en medio del jardín. Notó como el corazón se precipitaba y apenas podía sostener el arma. “¡Quién está ahí!”, gritó lleno de pavor, ahora empuñando con las dos manos la pistola y apuntando a la misteriosa persona. Quiso encender la luz pero al no escuchar respuesta, sólo una cosa pasó por la imaginación de Hill. “¿Y si él es más rápido y me ataca antes?” Todo ocurrió en milésimas de tiempo. Tras un brusco movimiento que no supo interpretar, Hill encontró un valor inopinado y llevó hasta atrás el dedo que tintineaba sobre el gatillo. Con el ruido del disparo retumbando aún en sus tímpanos, dio varios pasos hacia atrás torpemente. Su mano llena de sudor golpeó varias veces la pared en busca del interruptor hasta que al final escuchó el ansiado “clic”. Para Hill la destrucción vino en forma de luz. La vio de espaldas, pero supo que era ella. Su mujer yacía en el césped y un hilillo de sangre avanzaba sobre un cartel en el que se podía leer: “Happy Birth…”
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MICRORRELATO: "Fugacidad"

lunes, 5 de abril de 2010


Con la ropa hecha jirones y el cabello apelmazado por los pegotes de pintura, iba por la calle cabizbajo, tapando los leves rayos del sol otoñal con una mano, mientras en la otra sostenía un trozo de pan. Sus pasos largos y destartalados lo guiaban en medio de la gente, haciendo caso omiso a las risas y comentarios que lo tachaban de loco. En su cabeza, el sufrimiento lo provocaba otro tipo de pensamientos. Un sinfín de ideas luchaban por abandonar su mente y hacerse tangibles, de la forma más exacta, en el mundo material. Aquella tarde, antes de llegar a su destino, se detuvo para observar el batir de las alas de varias palomas que bullían en la plaza. Imbuido en su contemplación, un impulso incontrolable hizo que se sentara, partió el pan que llevaba, extrajo toda su miga e hizo una bola con ella. Tras una serie de minuciosos pellizcos en la corteza, habían caído al suelo pequeñas virutas de pan que creía inservibles. Sus uñas empezaron a deslizarse sobre lo que quedaba de miga como si estuviera pelando la piel de una manzana. Después de varios minutos, aquellos dedos endiablados habían esculpido una diminuta paloma que parecía querer alzar el vuelo. La colocó en el borde del asiento y reanudó su camino sin mirar hacia atrás. Ese día, Miguel Ángel vio por fin concluido su trabajo en la Capilla Sixtina mientras, en el exterior de aquellas fastuosas paredes, un grupo de palomas devoraban una fugaz obra maestra.
 

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