Jorgito se acercó al enjoyado paje sin quitar la mirada al reluciente turbante. El enigmático hombre de oriente cogió a Jorgito con sus robustas manos y lo sentó sobre sus rodillas, en medio de una lluvia de flashes. “¿Has sido bueno? ¿Tienes ganas de que vengan los Reyes Magos? ¿Has aprobado todo? ¿Has pedido muchos regalos?” Y así, una y otra pregunta iba cayendo en el vacío, pues Jorgito permanecía mudo, con la cabeza hundida entre los hombros. Tras el fracasado test, el enviado de la realeza bajó su rostro sonriente para besar al inocente niño. Fue entonces cuando Jorgito, escondido tras la enorme barba blanca, aprovechó para susurrarle al oído: “Ya sé que los Reyes Magos son los padres, pero no quiero que lo descubran”.
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