Te lo
prometo. De corazón te lo digo. Nunca más voy a subestimar a mi hijo. Ni voy a tomarme
a broma sus cosas. Es que no sé qué más decirte para que me creas. Por favor,
que al menos yo necesito el oxígeno para vivir. Anda, venga, ya está bien, deja
de mirarme con ese ojo, quítame tus sucias garras de encima y déjame salir de
este armario.
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