Mientras subía al estrado para recoger el premio, recorrió con sus manos temblorosas todos los bolsillos de la chaqueta, camisa y pantalón. Repitió el gesto en diferente orden, cada vez más torpemente. El minuto de agradecimientos se consumía y no encontraba la nota de ocho líneas que le había llevado un mes redactar. Frente al micrófono bajó los brazos en acto de rendición. “He de disculparme porque me hubiese gustado invitarles a cenar pero creo que he perdido la cartera”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario