El escritor había trazado una historia impecable. Ningún cabo suelto en el devenir de los personajes y la capacidad de sorpresa latente hasta las últimas páginas. Ahora sólo le faltaba plasmar un final antológico. Un cierre magistral que hiciera de aquel manuscrito un Best-Seller. Midiendo al milímetro las frases, fue destripando con nitidez la conclusión que haría al lector clarificar una inmensa maraña de intriga. Sin embargo, las palabras se fueron atropellando, lentamente, en un fortuito final abierto. Nunca se imaginó que moriría al término de su obra póstuma.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario