Don Ramón no podía creer tanta mala suerte. Con todo el espacio que había en el cielo y le fue a tocar compartir planta con Marlene Dietrich. Odiaba que se pasara el día tarareando “Lily Marleen”. Ya había tenido suficiente y esto era más propio del purgatorio, le decía una y otra vez a San Pedro, el cual no comprendía sus quejas. Mientras, en la tierra, le rogaban al hijo de Don Ramón que continuara con el oficio de su padre. Los veranos se hacían muy duros en el pueblo. Más aún sin esas deliciosas tarrinas del carrito de los helados.
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2 comentarios:
Si cuando yo muera, y al despertar en la otra vida, veo que estoy ubicado dentro de un cubículo lleno de cartas y demás objetos postales, te aseguro que no tendré duda alguna: estaré como mínimo en el Purgatorio. Porque tú me dirás a mí: ¡tanto suspirar por la jubilación para que, cuando llegue esta de modo auténticamente definitivo, me concedan como "premio" el trabajar eternamente en el mismo oficio que deseo abandonar, supongo que eso será más bien un castigo que un premio! Vamos, digo yo.
Je,je. Piensa que siempre puede ser peor. Puede que estén al tanto de tus dotes como pintor y te pongan a pintar todo aquello. 1 abrazo y gracias por los comentarios.
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