Aún recuerda cuando su padre compró el primer reproductor VHS para la casa. Lo estrenaron con una de Chuck Norris, “Delta Force”. Más adelante llegó Rambo, Rocky, Cobra, Ejecutor, Terminador y, en la adolescencia, su ídolo, Van Damme. Fue entonces cuando empezó a practicar Kickboxing en el gimnasio del barrio. Luego pasó al Muay Thai y estos últimos años su pasión ha sido el Wing Tsun. Hoy ha llegado el gran día. Ante él, un cuadrilátero gigantesco, espectacularmente iluminado, un público que desborda cualquier previsión y la oportunidad de poner en práctica, sin tapujos, todas sus artes. Con el corazón bañando en adrenalina, salta al rin. El primer rival es pan comido. Poco tarda en morder el polvo. El segundo paga el peso de la edad y, tras un movimiento certero, su cara y sus costillas se precipitan contra el suelo. El luchador es como el Cid, sólo su figura amedrenta. Con los ojos inyectados en sangre se dirige a su nuevo oponente. Todo va como soñaba. Sin embargo, ignora un aspecto de su impecable guión. En este combate, quienes tienen motivos para luchar no llevan placa ni porra. Él es el villano.
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