El virus ha empezado a propagarse con una voracidad irrefrenable. Las consecuencias no han tardado en llegar e inmediatamente se han extendido las alarmas. Sin lugar a dudas, estamos ante un caso inusual y muy extraño. Una mutación en toda regla. El contagio se transmite por el aire y todos caen ipso facto. Los doctores, siguiendo el vademécum de sensatez, se han negado a buscar una cura. Al parecer, el cuadro clínico de los afectados comienza con los mismos síntomas. Se levantan de la cama, se visten, se miran en el espejo y se dicen a sí mismos: “Voy a empezar a ser un político decente”.
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